30 May
30May
  • La Liga aterrizó en Riazor con suavidad, con una levedad que por momentos fue insoportable y derivó el esperado estreno liguero hacia el bostezo. Con generosidad podría colegirse que faltó ritmo y sobró espesura, nada extraño en los veranos futbolísticos por más que el clima en Riazor fuera otoñal. Lo fue también el juego, grisáceo y tristón. Hubo intenciones, pero poca concreción porque siempre faltó desborde. Al Deportivo le esperaba su gente, ilusionada por los movimientos efectuados en el mercado de verano. Tan bajo como estaba el listón, tan vacía como llegó a estar la caja, el deportivismo percibió durante las últimas semanas que era posible dar un paso adelante vistos los refuerzos del equipo. Tendrá que esperar. De la Real se aguardaba un tono superior al de su pretemporada. No fue mucho más allá.
  • El Deportivo tomó la batuta, pero se quedó en un allegro ma non troppo carente de frenesí. No fue vertical y se atascó a treinta metros de Rulli por más que Mosquera diese un recital de manejo de la zurda con cambios de orientación al pie del compañero o Cani y Fayçal mostrasen atisbos de una asociación que puede llegar a ser provechosa. Sin pegada por parte del rival a la Real Sociedad se le aceleró su pulso inicial, encontró a Carlos Vela, que aun maltrecho como anda de su rodilla derecha, siempre encuentra la manera de mostrarse. Quiso ser más explosivo en los últimos metros el equipo de Moyes, más punzante, pero se topó con una zaga seria, el primer ladrillo del edificio que quiere construir Víctor Sánchez del Amo.

    Igual al Deportivo por ahora le llega con guardarse atrás, pero lo previsible es que empiece a precisar otro tipo de soluciones, que los flancos aporten más precisión y salida o que la relación con la pelota de centrocampistas como Borges sea algo más relevante cuando hay que construir juego y no se refugie tanto en el pase de seguridad. Con todo, el costarricense tiene desdoblamiento y llegada. Un par de esas rupturas desataron corsés y exigieron a Rulli sin mayores sustos. No estaban en la meta los déficits de la Real, que apenas encontró a Prieto y no dispuso de la aportación de Bruma, que no tocó bola, para tejer el ataque. Algo más le dio Jonathas, pundonoroso y participativo, siempre atado en corto por el rival. Y por encima de todos Vela, que prendía la luz cuando caía unos metros a posiciones más centradas y le llegaba la pelota al pie. Nada sobrado de chispa, pero sí de fútbol.

    El partido evolucionó en su irrelevancia y Víctor llamó al 4-4-2 con Oriol Riera en el campo, una invitación a ser más directos que acabó por darle aliento a la Real porque el Deportivo perdió el leve hilo con el que sujetaba sus ideas ofensivas. Pudo marcar Vela con un truco de magia al recoger un saque de banda en el corazón del área, pero a los donostiarras no les sobraba nada y tampoco recibieron excesivo aliento desde el banco porque Moyes no lo movió hasta que restaban cinco minutos. Así murió el partido, sin chicha ni emoción.

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